La importancia de la etiqueta
- Call Me F
- 17 oct 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 22 oct 2018
Por: Mathieu Branger
Desde sus inicios la industria de la moda ha impulsado la creación de carátulas con nombre y firma, logos, y marcas, todo con el fin de defender el trabajo del creador. La importancia que tienen hoy las etiquetas dentro del mercado global donde la piratería y las copias de dudosa proveniencia están tan presentes, las vuelve aún más importante, ya que éstas son garantía de originalidad y sello de calidad.
Una de las prendas más icónicas del vestir es el pantalón Levi’s, creado en 1853 por Morris Levi Strauss para los obreros y mineros. Esta prenda, la cual adquirió una gran aceptación, tuvo que distinguirse muy rápidamente de la competencia por lo que, en 1873, se le agregó al pantalón dos bolsillos posteriores con el característico bordado en forma de “M”. En 1886, la firma inventó la etiqueta Levi’s de piel, con dos caballos en donde se leen, el nombre de la marca, sus patentes y sus certificados. Finalmente, para 1936, se creó el famoso tap rojo con el que el pantalón se volvió inconfundible.
Más allá del consumo masivo, la alta costura también se ha preocupado en hacer valer la figura del creador y la originalidad de su trabajo. Charles Frederick Worth (1825-1895), inventor de la Haute Couture ya en el año de 1860, identificaba sus vestidos con una etiqueta cosida dentro de la ropa. Las creaciones originales que salían de su taller llevaban entonces su nombre y dirección: “Worth, 7 rue de la Paix, Paris”. La marca Worth no lo protegió mucho tiempo, algunos años después, ya existía un mercado de la copia, en el que hasta la etiqueta misma era plagiada. El gran diseñador moderno Paul Poiret (1879-1944) optó por otra manera de controlar la difusión de sus creaciones. Sus propios modelos llevaban una etiqueta con su marca y un número de fabricación único. Para poder conquistar el mercado estadunidense, Poiret decidió autorizar la copia de sus vestidos, siempre y cuando llevaran la mención “reproducción autorizada”, que lo identificaba como el único autor.
En las primeras décadas del siglo XX, la preocupación por el plagio era constante, a tal punto que, en 1913, la revista Women Wear Daily, en un famoso artículo, advirtió a sus lectoras sobre el peligro de las marcas falsas. A lo largo de los años entre 1920 y 1930, la diseñadora Madeleine Vionnet (1876-1974), inventora del corte al bies, se empeñó en hacer respetar los derechos intelectuales y morales del creador de moda. Con el fin de luchar contra las copias de sus vestidos, cada uno de sus modelos estaba debidamente registrado, con una fotografía de frente, de lado y de espalda, antes de ser archivado en un enorme cuaderno conservado en un taller. Para evitar cualquier tipo de plagio, Vionnet podía cambiar de último momento el color de algunas colecciones. Asimiso, desarrolló una etiqueta única que llevaba el logotipo de su marca, su nombre, un número de fabricación único, y su irreproducible huella digital.
Aunque no lo parezca, la invención de la etiqueta, sello de autenticidad, símbolo de originalidad, elemento indispensable de la imagen de marca, que se creó hace más de un siglo, le dio al diseñador todo su protagonismo. Si bien hoy la ropa que podemos comprar lleva varias etiquetas, con los datos de procedencia, la composición, los cuidados, las normas y otras indicaciones, sigue siendo la griffe, (el “rasguño”, a la vez firma y marca, inscrita en una pequeña tira de tela cosida a la prenda) que saca a la prenda del anonimato.
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