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EDITORIAL

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EDITORIAL

Pequeña historia de un gran espectáculo

Actualizado: 10 dic 2019

Por Mathieu Branger


Si Londres privilegia lo experimental y artístico, París nunca deja de lado el lujo y la ostentación.



El rumor corría desde hace unos meses. Ya se confirmó: Victoria’s Secret cancela su desfile. Este año no veremos las famosas ángeles presentar la lencería de la marca, en parte, por que se ha criticado un espectáculo visto como demasiado sexista y costoso, en parte por que el nuevo director ejecutivo, John Mehas, está renovando toda su estrategia de marketing. Sin embargo, está noticia está lejos de significar el fin de las pasarelas en el mundo de la moda, ya que esta particular costumbre, que nació hace más de un siglo, es hoy totalmente imprescindible.


En 1858 Charles Frederick Worth, pionero de la moda moderna, presentó, por primera vez, sus vestidos ya no sobre maniquíes, sino con modelos que los llevaban puestos. De esa manera las clientas, cómodamente sentadas en uno de los salones de la casa Worth, 7 rue de la Paix en París, veían y apreciaban mejor los diseños, mientras que una vendedora anunciaba y describía cada pieza. Esas “primeras pasarelas”, sin embargo, tenían poco que ver con los fashion show que actualmente conocemos, eran presentaciones privadas, reservadas a un grupo selecto de clientas, sin escenificación, y con modelos no profesionales.


Unas décadas después, en un mundo de la moda más estructurado y más competitivo, los diseñadores hacían de los momentos de promoción de sus vestidos verdaderas atracciones, dignas de la ópera o del teatro. Lucy Duff-Gordon – conocida simplemente como Lucile – diseñadora británica del siglo pasado, fue la primera en “teatralizar” el desfile de moda. En 1901, decidió que la presentación de su colección temática, llamada emotion gowns, fuera pública, con invitaciones, programa, y acompañada de un juego de luces y música, al igual que los espectáculos del momento. En 1911, cuando abrió su sucursal en París, capacitó a las modelos para que adoptaran en la pasarela, actitudes de lo más dramáticas posibles. Y fue de esa manera que surgió, a inicios del siglo XX, el “desfile-espectáculo”.



Poco a poco esa innovación se volvió una herramienta que no podía faltar en las estrategias comerciales de las grandes casas de moda. En los años veinte, la puesta en escena de la moda era aún una mezcla de teatro y danza, en una sola presentación coherente y temática de la colección, mientras que después de la Segunda Guerra Mundial, los jóvenes diseñadores de la generación pop como Pierre Cardin, André Courrèges o Mary Quant, organizaban grandes espectáculos mediáticos, adoptando los códigos informales de la fiesta y los performances artísticos.


Por otro lado, y desde los años cuarenta, los grandes actores de la moda organizaron eventos para darse a conocer a una audiencia más amplia. La publicista Eleanor Lambert había creado, en 1943, la Press week para mostrar una selección de vestidos representativos de las nuevas tendencias a la prensa de Nueva York, ya que, por la guerra, el viaje a París no era posible. Fue la primera fashion week de la historia. Pasado el conflicto, en Italia, Giorgio Battista Giorgini organizó desfiles de moda en el palacio de Pitti de Florencia, y a partir de 1958 en Milán. Para 1961, Londres ya tenía su propia semana de la moda, y París la inició en 1973. Desde entonces, las pasarelas son momentos cumbres, que reúnen artistas, periodistas y famosos en las primeras filas, además de ser los más esperados por el público en general. Hoy existen más de 140 semanas de la moda repartidas alrededor del mundo, cada una con sus respectivas pasarelas, sin embargo si Londres privilegia lo experimental y artístico, París nunca deja de lado el lujo y la ostentación.



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