Los orígenes de la moda infantil
- Call Me F
- 5 abr 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 7 abr 2019
Por: Daniela A. Robles Galindo
“Emociones puras e intensas. No es cuestión de diseño. Son sentimientos”- Alber Elbaz
Hace mucho tiempo, un poco antes del siglo XVIII, cuando los atuendos eran más grandes que quien los portaba, más anchos que dos personas juntas y los diseños eran exclusivos de la realeza, los niños no gozaban de una moda propia. Era muy común verlos vestidos con la versión miniatura de lo utilizado por los adultos, incluidos los accesorios y juguetes, los cuales tampoco estaban pensados para ellos.
Los infantes iban de un lado a otro utilizando fajas, que según se creía ayudaban a tener una mejor postura, o llevaban vestidos y zapatos incómodos que les impedían vivir una infancia cómoda y/o libre.
Hacia mediados del siglo XVIII, las ideas científicas y la concepción del hombre como individuo comenzó a cambiar y después de la Revolución francesa, Rousseau explicó que los niños contaban con una personalidad propia, por ello, había que cubrir sus necesidades acorde a su estilo de vida, porque, representaban el futuro de la humanidad y debían recibir los cuidados necesarios.

Es por eso que, después de la Revolución Industrial en el siglo XIX, esta idea comenzó a reflejarse en la vida diaria, los niños fueron vistos desde un enfoque distinto: sus accesorios, su forma de vestir y las actividades que realizaban ya eran propios de la niñez, muy parecido a lo que conocemos hoy en día.
Ya en el siglo XIX, la manera para vestir a los niños, sin importar su sexo, era ponerlos todo de blanco. Generalmente se utilizaban vestidos o pantalones cortos hechos 100% de algodón, incluso las niñas utilizaban pantalones para cubrir sus pequeñas piernas. Después de esto, se inició una tendencia hacia los colores pasteles ya que las personas querían que sus hijos utilizaran tonalidades menos neutras. Por aquellos tiempos se comenzó a difundir la idea del rosa y el azul; lo curioso de la situación es que contrariamente a lo que se tiene entendido hoy en día, el azul fue destinado a las niñas, pues era un color muy delicado y suave; mientras que el rosa era un color fuerte, propio de la personalidad de un varón.

Otra de las tradiciones mundialmente conocidas, respecto a la ropa de infantes, es el traje de marinero. Dicho traje se convirtió en un hito a mediados del siglo XIX, cuando la Reina Victoria junto con su hijo Eduardo Alberto de Gales, hicieron una visita a la Marina Real y una réplica exacta del traje marinero fue obsequiada al príncipe; el artista Hermann Winterhalter fue quien realizó el famoso retrato del pequeño marinero, el cual dio la vuelta al mundo.

Jeanne Lanvin, la famosa contrincante de Coco Chanel, fue una de las pioneras en diseñar ropa para niños. Marie-Blanche di Prieto, su primogénita y el amor más grande de la diseñadora; fue quien la inspiró a crear una moda infantil, ya que las banales e incómodas prendas de la época no eran las adecuadas para la pequeña Marie. Así, Lanvin comenzó a diseñar y a crearle sus propios vestidos, diseños y prendas, que se volvieron icónicas y muy deseadas en poco tiempo. Lanvin fue de las primeras en atreverse a realizar una línea exclusiva para niñas y representó el inicio de muchas marcas enfocadas a lo mismo.
Paradójicamente, en nuestros tiempos, vestir a los más pequeños se ha convertido en un retroceso, y es que hoy en las tiendas encontramos siempre una versión pequeña de prendas que utilizan los mayores: abrigos, gabardinas, mini faldas, tops, mil versiones de zapatos y tenis que sirven un poco de “adorno” para los infantes, etc. Uno de los éxitos de la moda infantil, es el deseo de los padres de vestir a sus hijos de la misma forma que ellos lo hacen, algo que sucedía, como ya vimos, en el siglo XVIII. Esto representa para las marcas un alto beneficio, quizás una estrategia de mercadotecnia que busca alimentar ese deseo y convertirlo en la idea de crear una identidad familiar a través de las marcas.
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