Por Mathieu Branger
Septiembre es un mes para recordar por qué es grande México, y cuando nos contestamos esa pregunta de inmediato nos viene a la mente su gente, su cultura, la gastronomía, sus riquezas y su increíble diversidad.
En las artes, México brilla por sus escritores, pintores o sus cineastas galardonados hasta en Hollywood. Y si hablamos específicamente de moda, el país es una fuente de inspiración inagotable para los grandes creadores contemporáneos que hoy ocupan un lugar importante en la cultura global. Sin embargo, ese lugar ganado no sería posible sin las creaciones de Ramón Valdiosera, el padre de la moda mexicana.
Valdiosera nació en 1918, cuando el país, duramente marcado por la Revolución, apenas iniciaba su reconstrucción. Su padre, general zapatista, fue asesinado al año siguiente, así que su madre confió la educación del joven Ramón a sus tíos, por lo que vivió entre Veracruz y la Ciudad de México. El niño no pasó mucho tiempo en la escuela, y antes de cumplir los 15 años, se había hecho de un nombre como historietista autodidacta. De dibujar en la prensa a diseñar un vestido, Valdiosera, quien ya era conocido entre los artistas de los años treinta y cuarenta, saltó sin dificultad. En 1940, presentó su primera colección en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Arte y en 1949, realizó su primer desfile internacional, en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York.
Ramón Valdiosera se retiró de la moda en 1996, concluyendo así más de 50 años de una muy prolífera carrera: colecciones albergadas por el Palacio de Hierro, vestuarios de películas del cine de oro (Chilam Balam en 1955 o Tizoc en 1957, o amor indio en 1957), uniformes para Mexicana de Aviación (1968), diseños para actos de promoción turística, etc. fueron algunas de las áreas donde trabajo.
Quizá, el interés de Ramón Valdiosera por la identidad mexicana en la moda, fue lo que le dio su mayor protagonismo. En los años 1940, al inicio de su trayectoria, el diseñador francés Henri de Châtillon declaró, en un programa radiofónico de audiencia nacional, que no había moda mexicana, que en el país las telas no eran de buena calidad y que las mexicanas no tenían elegancia. Al escuchar tal desprecio, Valdiosera recogió el guante y dedicó su vida a crear moda para las mujeres aztecas. Tomó en cuenta su historia y la morfología de los nacionales para ya no copiar mal lo que en París o Nueva York se hacía bien, inventó nuevas formas inspiradas en su profundo conocimiento de la cultura nacional y las promovió al terreno internacional. Es, por este sentido nacionalista, que se le puede considerar como el padre de la moderna moda mexicana. Para entender mejor lo que aportó a la moda de nuestro país, basta con ver lo que hizo con el famoso “rosa mexicano”.
Ese rosa, típico de las artes populares y de las artesanías, que podemos encontrar en las bugambilia, en el sarape de Saltillo o en la arquitectura de Luis Barragán, no es un invento de Valdiosera, sin embargo, hasta que el creador lo presentó en Nueva York en varios de sus vestidos, y que una periodista lo bautizó como mexican pink, ese color, hoy parte de la identidad nacional, se elevó al reconocimiento que tiene en todo el mundo.
De la misma manera, la creatividad sin fin de este polifacético artista, lo llevó a escribir los primeros libros sobre la historia del vestir y de la moda (3000 años de moda mexicana) o a reinventar alguno de los trajes típicos de los estados, como fue el caso de la chetumaleña, original de Quintana Roo. Estos ejemplos, entre otros muchos, confirman el lugar de Ramón Valdiosera en la historia de la moda en México. Fallecido en 2017 a punto de cumplir los cien años y durante gran parte de su vida, se le reconoció como una figura tutelar para la moda nacional y hoy, a casi dos años de su muerte, se le extraña en el mundo en general.